La visión futurista de George Orwell en su obra titulada ‘1984’ exponía una sociedad imaginaria, localizada en la futura Inglaterra, que se encontraba divida en dos grupos: los miembros del ‘Partido Único’ - que vivían obnubilados por una completa y atroz represión – y una masa de gente extremadamente pobre que vivía constantemente atemorizada y aislada de la política. En aquella obra, el ‘Gran Hermano’ - líder del Partido Único - buscaba controlar, desde los actos exteriores de cada habitante, hasta el propio pensamiento de cada uno de ellos. Como veremos más adelante, esto ya no parece tan ajeno a nuestro sistema penal actual.
Es por todos conocida la teoría explicada por Eugenio R. Zaffaroni sobre las formas en que el sistema penal capta a determinadas personas. Así, se llama ‘Criminalización primaria’ al programa proyectado por el legislador describiendo conductas delictivas que, de cometerse, acarrearán a su autor una pena. Sin embargo, esa primigenia planificación punitiva se concreta en la llamada ‘Criminalización secundaria’, la cual ya no es realizada por el legislador sino por las agencias ejecutivas que seleccionarán e ingresarán a determinados sujetos al sistema penal.
En este punto debemos preguntarnos: ¿En base a qué criterios seleccionan dichas agencias a las personas que ingresarán al sistema penal? ¿Qué factores influirán en sus decisiones?
Es también por todos conocido el concepto de ‘estereotipo’, el cual resulta ser un criterio decisivo a la hora de materializar esa última criminalización secundaria. Los estereotipos, siguiendo al maestro antes citado, son: ‘Prefiguraciones negativas (Prejuicios) de determinada categoría de personas o grupos que por apariencia o conducta se tienen por sospechosas’.
Estos conceptos ya clásicos de selección vienen a insertarse en los nuevos tiempos que corren, aunque bajo nuevos ropajes y mediante nuevas tecnologías.
Dentro de este panorama, encontramos las recientemente famosas ‘cámaras de seguridad’ que se han instalado tanto en el marco de la Ciudad de Buenos Aires como en la provincia de Buenos Aires, a los efectos de obtener grabaciones de eventuales hechos delictivos y, según algunos, ‘prevenir el delito’.
Ahora, veamos si existe una relación entre estos cambios tecnológicos y los viejos conceptos de ‘criminalización según estereotipos’ antes vistos.
En el citado caso de las cámaras de seguridad, la vinculación es evidente. Si la idea no es imitar lo realizado en Londres - que cuenta con 10.524 cámaras monitoreadas por la policía, pero que suman unas 500.000 si se cuentan los equipos privados – necesariamente se deben elegir los lugares en los cuales colocar dichos artefactos.
Pero, ¿Cuáles creen que son los lugares en que se colocan las cámaras de seguridad en nuestro país? Por ejemplo, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, la Municipalidad de Vicente López - que ya cuenta con un sistema de cámaras de seguridad en su territorio - no tuvo reparos en afirmar que los artefactos en cuestión fueron colocados en zonas de ‘alto riesgo’. Otro lugar favorito en el que mayoritariamente son colocadas las cámaras de seguridad, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, lo constituyen los lugares y espacios públicos como plazas y parques.
Y en aquellos partidos de zona oeste - como es el caso de General Rodríguez - en los que se consultó a los vecinos de la zona donde colocar las cámaras, ¿A quiénes creen que se consultó? A aquel joven de clase baja que no tuvo la posibilidad de estudiar una carrera universitaria y a duras penas se mantiene haciendo ‘changas’ por no poder conseguir un trabajo estable, o a los señores de clase media alta o de clase alta, propietarios de una empresa, comerciantes, profesionales o a aquellos políticos que ocupan importantes cargos públicos.
En igual orden de ideas, la explosión de los medios de comunicación – en concreto el advenimiento de los canales de noticias al aire 24 hs. - y la utilización de la política criminal como medio proselitista o de promoción a cargos políticos, constituyen nuevos ámbitos para el desarrollo de los estereotipos en el siglo que transitamos.
A mi entender, dentro de ese panorama, actualmente los medios masivos de comunicación son los principales forjadores de estereotipos criminales, por lo menos en nuestro país. De este modo, los permanentes reclamos por ‘justicia’, endurecimiento de penas, prisión efectiva para menores de edad, la limitación de excarcelaciones y las frecuentes críticas a magistrados respetuosos de nuestra Constitución Nacional, son estandartes principales mediante los cuales los medios de comunicación influyen en la opinión pública y en el propio sistema penal.
No podemos dejar de lado los ‘mega operativos’ – generalmente promocionados por altos funcionarios, incluido muchas veces el propio Gobernador de la provincia de Buenos Aires - que mediante un desbocado accionar se aplican a zonas de casas pobres y precarias. Dichos allanamientos, la mayoría de las veces con pocos fundamentos y menos motivos objetivos para su realización, sirven más a objetivos proselitistas que de política criminal. Recientemente tuvimos la posibilidad de observar un operativo de enormes proporciones – al punto que abarcó personal policial de los Departamentos Judiciales de la Matanza, Zárate Campana y Lomas de Zamora – con motivo del robo a un vehículo blindado. Luego de más de treinta y tantos allanamientos, y habiéndose secuestrado una numerosa serie de elementos como celulares, dinero, armas, etcétera, se concluyó que ninguno de dichos elementos provenientes de aquellas diligencias tenía relación alguna con aquel hecho delictivo que supuestamente originó los procedimientos.
Ahora bien, ¿Podemos extraer a esta altura algunas conclusiones de estos pocos datos de la realidad tomados al azar? No me cabe duda que seguimos criminalizando conforme a estereotipos, aunque actualmente no dependemos exclusivamente de las agencias policiales a fin de que decidan en donde buscar a sus clientes para el sistema penal. Ahora, por ejemplo, las propias cámaras de seguridad estratégicamente colocadas en determinadas zonas llamadas ‘críticas’, o los directivos de los canales de noticias 24 hs., dirigirán la criminalización en forma automática.
Está claro que si las cámaras son colocadas en la Villa 1-11-14, lógicamente tendrá una posibilidad evidentemente mayor de ser criminalizado un pobre habitante de dichos asentamientos, respecto de que aquel ciudadano que, no sólo no tiene cámaras en su vecindario que lo puedan captar, sino que tampoco responde a los clásicos estereotipos criminales.
Ésto no hace más que abonar el hecho de que las nuevas tecnologías y la explosión de los medios masivos de comunicación, en su efecto sobre el sistema penal, simplemente constituyen nuevos vehículos para seguir esgrimiendo y aplicando las mismas categorías estereotípicas del pasado, aunque esta vez con mucho mayor intensidad, dirección y menos discreción.
En concreto, a diferencia de lo que sucede en otros países del mundo en el sentido de que los estereotipos van cambiando de acuerdo a las épocas (En Estados Unidos en un principio eran los habitantes de raza negra, luego los comunistas, ahora los terroristas) en nuestro país seguimos estigmatizando no en base a razas (Adviértase que nuestra población está principalmente integrada por inmigrantes de diversas partes del mundo) sino en base a condiciones sociales, recayendo sobre las clases más postergadas toda la carga negativa de simbolismos.
Si bien las conclusiones volcadas en este esbozo pueden parecer habituales al lector, el hecho de acostumbrarnos a lo que ‘está mal’ no significa que pase a ‘estar bien’. Es que nunca debemos olvidar que una de las características fundamentales de un Estado de Derecho como lo es la República Argentina – por oposición a los Estados Totalitarios como el plasmado en la novela ‘1984’ antes citada - es que posea un derecho penal ‘de acto’ que sólo permita el ejercicio de poder punitivo – es decir, la aplicación de sanciones penales - en base a conductas concretas de la realidad y jamás con fundamento exclusivo en las características del autor de las mismas.
El ‘Gran Hermano’ de George Orwell - que buscaba reprimir todo aquello que no se correspondiera con el pensamiento de su partido - planificó un sistema de control hacia los habitantes durante las 24 hs. del día y en cualquier parte de Londres. Así, terminó criminalizando, más allá de las conductas concretas, a todos aquellos que no reunieran las características de los afiliados al partido y no pensaran en concordancia a él. A pesar de lo que parece ser una aproximación cada vez mayor entre la ciencia ficción y la realidad, no podemos abrir paso a su avance permitiendo que se allanen espacios de libertad reservados a la intimidad de cada habitante ni mucho menos que se reprima penalmente todo aquello que no constituya una conducta exterior que encuadre estrictamente en las previsiones penales del legislador.-
Dr. Federico A. Borzi Cirilli